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SHANE MACGOWAN. CANTANDO A LA CONTRA.

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Descendiente desamparado de los bardos de antaño que cantaban las hazañas de los reyes guerreros de Irlanda, Shane MacGowan nunca renegó de su herencia irlandesa, más bien al contrario, la supo conjugar, junto a sus compinches de The Pogues, con sus vivencias juveniles en el Londres del Punk y la Anarquía, creando algo nuevo, aunque seguramente nunca dirá que lo hizo.

 

 

Poeta, músico, cantante… superviviente de mil batallas. Hace 20 años nadie hubiera apostado que estaría vivo a día de hoy, pero así es y además para nuestro disfrute, de vez en cuando se junta con sus viejos compañeros de fechorías para dar conciertos. Lejos quedan los años de furia creativa, con apenas una decena de discos (con The Pogues), contando grabaciones en estudio y directos, y sin contar recopilaciones, han entregado un puñado de temas imprescindibles, con historias hermosas, himnos beodos, delicadas piezas musicales, furiosos ataques, de alegría desbordante o tristeza insondable, o de ambas a la vez. Su música nos acompañó en largas noches de cerveza, cuando los bares eran el único refugio para las almas en pena. No entendíamos ni una palabra de sus letras, pero sí comprendíamos que música y versos salían del corazón y las entrañas y nos revitalizaban hasta el amanecer. Ahora, más viejos, más gordos, con más huecos en las encías, seguimos emocionándonos con “Fairy tale in New York”, nos seguimos enfadando al oír “Dirty Old Town”, señal inequívoca de que cierran el bar y nos echan a la puta calle, seguimos derramando la cerveza por el desafortunado Jesse James emocionándonos una noche lluviosa en el Soho o alucinando con la canción turca de los condenados. En fin, son The Pogues, capitaneados por Shane, viejos compañeros de naufragios.

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Shane Macgowan puede ser el principal culpable del declive y posterior disolución de The Pogues. A Shane se le puede achacar una mala gestión del pánico escénico que padece con la consiguiente deriva a las drogas y el alcohol cada vez que tenía que subirse a un escenario a cantar. A Shane se le puede acusar de falta de compromiso para con sus compañeros de grupo al afear el trabajo de estos una y otra vez con sus pedos cósmicos. Pero quizás Shane no ha hecho más que recorrer el camino de su vida (musical) desde las vísceras y desde su manera de hacer. Su participación en The Pogues es simplemente imprescindible a la hora de explicar el éxito de estos en la década que estuvieron juntos sacando discos y con giras mundiales. Su impronta está desde la concepción misma del estilo del grupo hasta en las composiciones, las letras y su personal manera de cantar. Y como algo tendrá el vino para cuando lo bendicen vamos a hacer un repaso a su biografía en busca de claves.

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Shane Patrick Lysaaght Macgowan nace el día de Navidad de 1957 en el condado de Kent (Inglaterra). Hijo de irlandeses, Maurice y Therese, vive los seis primeros años con la familia de su madre en Nenagh, una pequeña aldea en el condado de Tipperary, Irlanda, mientras sus padres trabajan en Inglaterra. A Maurice y Therese no les gustaba vivir y trabajar en Ingleterra y pensron que mientras pudieran dejarían que Shene tuviera una infancia feliz en Irlanda. Son unos años que, Shane reconoce, marcarán su posterior devenir. En un ambiente de fanatismo católico de pequeña aldea junto con la miseria que vivía buena parte de Europa a finales de los cincuenta son el escenario ideal de aprendizaje de Shane niño. Su familia se encargará de transmitirle el amplio cancionero tradicional irlandés, que Shane con tres años cantará subido a una mesa en una especie de cantina familiar. Cantina donde los lugareños y gente de paso aprovechaban para comer, beber, cantar y jugar a las cartas e influencia del vicio precoz de Shane. Esta cantina era en realidad una casa franca del viejo IRA, ejército del cual su tío Mick fue comandante local. Nada desdeñable son tampoco las enseñanzas de una de sus tías, Nora, combinando el fervor religioso y apuestas a las carreras de caballos con algún licor fuerte. Queda por añadir el tío Sean, un elegante rockabilly de quien Shane dice que le enseñó cuanto sabe sobre las mujeres. pogues-kirsty

 

Sus padres le llevarán con ellos a Inglaterra con seis años y medio para empezar en la escuela. Vivirán en varias partes del sureste de la isla incluidas Brighton y Londres, donde se instalarán definitivamente. Sus padres son ávidos lectores y pronto Shane mostrará interés y talento por y para la literatura. Gana una beca para estudiar literatura en una escuela de prestigio pero, al tiempo. es expulsado por tenencia de drogas, algo que enervará a su madre, pero no sorprende a su padre. Corren los años setenta y Londres está plagada de emigrantes de todo el mundo peleándose por un trabajo mal pagado y las drogas proliferan en sus calles. Los chicos irlandeses están divididos entre los que reniegan de sus orígenes para poder prosperar y los que defienden orgullosos, pese a todo, su patria sentimental. Shane, que vive unos años inmerso en una dinámica pandillera de peleas, pequeña delincuencia, abuso de drogas y alcohol es testigo de excepción de la irrupción del punk. Además de ir a los conciertos que empezaban a dar Sex Pistols, The Clash y otros monta su primer grupo, The Nipple Erectors.

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Llegan los ochenta, la cultura alternativa se está inponiendo en la calle. Un buen día en el año ochenta y dos, Macgowan queda con Jem Finer y Peter «Spider»Stacy para montar un grupo. Están reunidos los tres en una habitación deliberando sobre el estilo musical del futuro grupo. Shane, que no decía nada hasta el momento, coge una guitarra clásica que había por allí y se pone a cantar y tocar una canción tradicional irlandesa, eso sí, en un tempo bastante más alto y unas formas punk cantando. Sus dos colegas se miraron y le preguntaron a Shane si lo traía pensado, a lo que este respondió con su silencio y su peculiar risa. Acababa de nacer el «Paddy beat» y la banda The Pogues.

ShaneMacGowanDespués vendrían los discos, las giras –locales, continentales y mundiales– el éxito en definitiva, tan difícil de sobrellevar. También vendrían los problemas con alcohol y drogas, y aunque esto ya eran aficiones anteriores de nuestro hombre, ahora afectaban a un número mayor de personas. Su expulsión de The Pogues, la nueva banda The Popes, la reunificación. Y los conciertos esporádicos y exitosos de la actualidad. Una carrera sorprendente como pocas, porque The Pogues acumulan un buen número de muertos entre sus miembros y no pocos pensábamos que Shane sería el primero, pero ahí sigue en pie, desdentado, descamisado, despeinado, cantando las canciones más hermosas que se puedan imaginar, recodándonos a todos lo catastróficos y sublimes que tenemos la posibilidad de ser.

 

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ANTES DE QUE PREGUNTÉIS cómo es posible mantener una dentadura en semejantes condiciones, vamos a dar la respuesta que el propio Shane dio en el libro “A drink with Shane MacGowan. Se debe a una mezcla de factores: 1.- No lavárselos (casi) nunca. 2.- Acabar una pelea tabernaria siempre del lado del perdedor. 3.- La brutalidad policial a finales de los 70. 4.- El (ab)uso puramente recreativo de drogas de todo tipo.

Shane MacGowan

FARNSWORTH WRIGHT. EDITOR BIZARRO.

Existió una vez una revista que juntó una pléyade de autores imposible de repetir. Muchos de ellos son grandes nombres del terror y la fantasía, otros son recordados por las aficionados más irredentos y otros tantos descansan en un quizás merecido olvido. Para dominarlos a todos hacía falta un titán. Podría decir que se hizo con puño de acero con guante de seda, pero sería faltar a la verdad. Farnsworth Wright fue el editor de Weird Tales en su época de mayor gloria, y lo manejó con puño de hierro dentro de guantelete de hierro, y casi siempre cerrado.

weird01         Cuando Jacob C. Henneberger, propietario de Rural Publications, decidió lanzar una nueva revista pulp llamada Weird Tales lo hizo porque él mismo era un gran aficionado a la literatura de Edgar Allan Poe, que combinaba lo gótico con el terror, lo macabro y la fantasía, pensando otorgar gran libertad creativa y finalmente hacer un producto rentable. Pensaba que una revista con buenos autores capaces de escribir relatos dentro de este marco podría funcionar mejor que sus otras dos revistas pulp, que eran de temática detectivesca y misterio. La idea era buena, pero erró al escoger el editor. Para su nueva revista el puesto de editor lo ocupó Edwin Baird, que era el editor de la casa y llevaba tiempo ocupando este cargo sin demasiados sobresaltos en las otras dos revistas. Henneberger tardó un año y medio y 40.000 dólares de pérdidas en darse cuenta de que Baird no era la persona adecuada para dirigir la “revista única”. Estamos hablando de Weird Tales, donde ni siquiera el propietario era convencional. En vez de vender la revista deficitaria, Henneberger vendió su parte de “Real Detective”, que no dejaba de ser un pulp policiaco más, y concentró todos sus esfuerzos en su criatura.

weird00WEIRD0         La venta de la revista incluía a Edwin Baird en el puesto de editor. Su primera opción para llenar esta vacante fue un caballero de Providence que ya había publicado en Weird Tales y gozaba del apoyo de los lectores, el señor H. P. Lovecraft. Cuando el anticuario de Providence declinó amablemente la oferta, Henneberger no tuvo más remedio que ofrecer el cargo al oscuro editor adjunto de Baird. Se trataba de un tipo alto, casi cadavérico con la enfermedad de Parkinson. Era un veterano del Primera Guerra Mundial llamado Farnsworth Wright y aceptó el puesto. Entre 1924 y 1938, Wright se dedicó en cuerpo y alma a publicar la mejor revista de fantasía jamás publicada. Aunque dejar su contenido enmarcado en fantasía es no hacer justicia a la lista de talentos que vieron sus letras impresas en “la revista de lo único”.

FWrightLo primero que hizo Wright fue continuar publicando los autores de éxito que habían trabajado con Baird, que fueron principalmente tres: H. P. Lovecraft, Seabury Quinn y Otis Adelbert Kline. Lo siguiente fue trabajar en la búsqueda de nuevos talentos. Bajo su mandato publicaban regularmente: Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Henry Kuttner, C. L. Moore, E. T. Hoffman Price, Edmond Hamilton, August Derleth, Manly Wade Wellman y más. Los dos primeros, junto a Lovecraft, serían conocidos como “los tres mosqueteros de Weird Tales”. Por otra parte hay que añadir que a menudo publicaba relatos de poca categoría por el mero hecho de contener escenas que combinaban muchachas, peligro, un contenido sobrenatural bastante peregrino y algo de erotismo –bastante para aquellos años–. Sin embargo, Wright sabía apretar a los autores para que dieran más de sí mismos y esto hacía que el material que le enviaban fuera de más calidad. Al publicar cuentos realmente buenos, otros autores aspiraban a verse publicados en Weird Tales y a su vez se esforzaban por enviar buenos trabajos a la redacción. No solo centró sus esfuerzos en los escritores, sino que también cambió el aspecto de la revista al contratar ilustradores de gran fuerza como Virgil Fainlay, Hannes Bok o Margaret Brundage. Esta última especialmente fue un gran éxito, pues sus portadas de damiselas ligeras de ropa en situaciones comprometidas conectaban muy bien con los morbosos lectores. De hecho la calidad de un relato no era algo primordial para ocupar la portadas. Si el cuento en cuestión contenía escenas de desnudos, látigos, sadismo por extensión, o algo de bondage en un entorno exótico tenía muchas posibilidades de ocupar la primera plana.

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Trabajar con semejante mezcolanza de autores no debía ser tarea sencilla. Entre sus autores, Farnsworth Wright tenía de todo menos gente corriente: estudiosos enfermizos, doctores forenses, personalidades inestables y algún aventurero, eran solo algunos de los tipos con los que debía negociar. Y era un negociante duro, quizá debido a que la revista nunca fue del todo rentable, pagaba poco y tarde. Con el tiempo subió el pago a un centavo por palabra, pero nunca se llegaron a eliminar los retrasos, que podían ser hasta de un año, lo cual era mucho si pensamos que algunos autores salían publicados en casi todos los números. A pesar de esto, entre los relatos rechazados por Wright encontramos pequeñas gemas sobrenaturales como “En las montañas de la locura” o “La llamada de Cthulu” de Lovecraft, “La hija del gigante helado” de Howard o algunos cuentos de Hyperbórea de Ashton Smith. Si se trataba una argucia para mantener indiscutido su liderazgo es algo que no sabremos nunca. Entre 1930 y 1934 editó un pulp de corta vida llamado Oriental Stories, que más tarde cambiaría el nombre por Magic Carpet Magazine. Para muchos era una publicación incluso mejor que Weird Tales.

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Dado que Weird Tales nunca le había proporcionado los beneficios que esperaba, en 1938, Henneberger vendió la cabecera a William Delaney, editor de Short Stories. Entre otras cosas esto significó trasladar la redacción de Chicago a Nueva York. Farnsworth Wright se mudó a la Gran Manzana. Desde que comenzó su desarrollo en 1921, el Parkinson había ido empeorando y en 1930 ya no podía ni hacer su firma. En Nueva York apenas ejerció un año de editor mientras la enfermedad fue empeorado, obligándole a retirarse en 1940. Como si su trabajo para Weird Tales fuera su único motivo para seguir en esta vida, murió unos meses después. Durante 16 años publicó la revista de ficción sobrenatural y fantasía más recordada y querida por los aficionados y bajo su liderazgo vieron la luz cientos de relatos que todavía hoy día son influencia y solaz de escritores y lectores. No solo tuvo un excelente olfato para comprar cuentos sino que sabía muy bien dar a sus lectores justamente lo que demandaban. Realmente fue capaz de crear “the unique magazine”.

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Nota: para acompañar el texto no he podido evitar escoger unas cuantas de las portadas pintadas por Margaret Brundage. A ciertas almas simples podrán parecerles demasiado estáticas, forzadas y hasta inocentes. Pero aseguro que en su momento, principios de la década de 1930 eran atrevidas y muy transgresoras y causaron problemas con los sectores más moralistas. Opino que Weird Tales no sería lo que es sin ellas y que sobre todo captan la esencia de la publicación. Además de ser muy hermosas.

SERGIO LEONE –y 2- LA AVENTURA ITALIANA

En 1964, con el estreno de “Por un puñado de dólares”, Sergio Leone alcanzó un inesperado éxito  a nivel mundial, con una película de escaso presupuesto. Fue la llave que le permitió hacer películas más caras y complejas, que hasta entonces solo había soñado.

            Nacido en Roma en Roma en 1929, Sergio Leone no podía hacer otra cosa sino dedicarse al cine. Su padre era el director Vincenzo Leone y su madre la actriz Bice Valerian. El señor Vincenzo era un director respetado en su momento, que cayó en desgracia y no volvió a dirigir tras un “pequeño” encontronazo con Mussolini, cuando este le pidió opinión sobre un guión que había escrito y él le dio una respuesta muy sincera. Con poco más de diez años, el pequeño Sergio ya pasaba los días en los estudios de Cinecitá. De ahí a comenzar a trabajar a los veinte en el cine hay bien poco y eso fue lo que hizo. Durante la década de los cincuenta fue ayudante de dirección y director de la segunda unidad en un buen número de películas. Tan importante como esto en su aprendizaje fue su relación con los cineastas americanos.

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            Por aquellos años, la industria del cine americana trabajaba mucho en Italia, sobre todo a la hora de hacer superproducciones con enormes decorados de cartón piedra y escenas con cientos o miles de extras (eran los llamados “peplum”, de corte histórico o bíblico, que aquí llamábamos “de romanos”). Para los yanquis resultaba un buen negocio venirse a Italia, donde los extras y mano de obra eran más baratos, y podían usar las instalaciones y personal de Cinecitá. Y entre los ayudantes de dirección que trabajaban para los americanos se encontraba el joven Leone, que aprendió mucho de ellos rodando escenas de segunda unidad en “Quo Vadis” o “Ben Hur”. Fue en 1959 cuando por primera vez desempeñó labores de director, al sustituir al director original de “Los últimos días de Pompeya”. Al año siguiente dirigió “El coloso de Rodas” y en 1962 sustituyó a Robert Aldritch para hacer lo mismo con “Sodoma y Gomorra”. Esto es más importante de lo que parece porque unos años antes Aldritch había dirigido “Veracruz”, un duro western con Gary Cooper, en el cual los protagonistas eran pistoleros a sueldo de moral poco exigente, algo que no era habitual en el western, donde el habitualmente estaban muy bien definidos los roles de héroe y villano.

PORUNPUÑADO2           Los “peplum” le habían servido para foguearse como director, pero a principios de los sesenta estaban agonizando. Por otra parte, o quizás la misma, se habían comenzado a rodar películas de vaqueros en Europa (producciones alemanas, pero sobre todo italianas). Eran cintas sencillas con el único cometido de entretener, sin demasiada calidad (una persecución a caballo, peleas a puñetazos, algo de romance y unos cuantos tiroteos). Estas películas estaban destinadas a pequeñas salas de cine o a completar las sesiones dobles que existían hace años. No eran ni mucho menos historias tan rimbombantes como “las de romanos” y tampoco requerían tantos extras ni decorados enormes pero daban su dinerito en las taquillas. De modo que el siguiente encargo de Sergio Leone fue de aquellas pelis del Oeste cutre. Nada demasiado complicado. Para ello contaba con un presupuesto de 200.000 dólares. Pero Sergio Leone no era un tipo que tomara caminos fáciles ni establecidos. Él haría aquella película, pero la haría como él quería (una cosa es que fuera un encargo y otra que no pudiera darle carácter propio). Entre otras cosas Leone era un soñador, de modo que pensó en grandes figuras de la pantalla yanqui para protagonizarla, pero lo escueto de su presupuesto le devolvió a la realidad. Sin embargo una de las normas no escritas era que el protagonista tenía que ser, o al menos parecer, anglosajón. Tras mucho buscar se quedó con una opción: un joven actor sin prestigio que solo había aparecido en una teleserie americana del Oeste llamada “Rawhide”. Era un tipo larguirucho y poco expresivo llamado Clint Eastwood. A Leone no le convencía, pero supo ver el lado bueno: al ser un actor con poca experiencia se dejaría moldear mejor por su director. El rodaje sería en Almería, en cuyo desierto podrían recrearse los parajes más áridos de los más polvorientos westerns.

LEONE2Para la banda sonora le ofrecieron los servicios de un tal Ennio Morricone. En principio no le convencía demasiado, pues él ya tenía algunas ideas que había comentado con otro compositor. Cuando se conocieron, Morricone le comentó que habían ido juntos a la escuela, a la misma clase. Leone no le recordaba, y el músico tuvo que enseñarle la foto del curso donde salían los dos. A partir de ahí nació una relación que daría a luz unas cuantas de las bandas sonoras más memorables de todos los tiempos. Con todo esto, Leone solo tenía que contar una historia. Una no muy compleja pero sí contundente. Para ello adaptó al Oeste una película de samuráis que su admirado Akira Kurosawa había dirigido unos años antes titulada Yojimbo.

Con todo esto tenemos en cuadro completo. El cuadro se llamó “Por un puñado de dólares” y trata sobre un forastero misterioso que llega a un pueblo donde dos familias se disputan el poder: El sheriff Baxter y su familia y Ramón Rojo y sus hermanos y secuaces. Realmente hay poca diferencia entre ambas familias, excepto cual es más malvada. El pistolero silencioso hace un doble juego y hace que ambos bandos se enfrenten entre sí. La historia como tal no está mal y ya presenta las claves de actuación de los personajes de Leone; venganza y dinero. Pero además va aderezada con algo de humor oscuro, una música estupenda, sobre todo la trompeta, arriesgadas y novedosas tomas para rodar, especialmente los tiroteos y gran actuación. Eastwood demostró ser una buena elección. Antes de llegar a Almería se compró un poncho, que añadido a unos puritos cortos, su rostro pétreo y diálogos cortos y contundentes, darían como resultado el personaje del “hombre sin nombre”. Frente a él estaba Gian Maria  Volonté como el villano de la función, que también compuso y gran personaje con Ramón Rojo. Al margen de todo esto había un trasfondo muy importante; una ruptura total con el western clásico. Aunque Leone era gran admirador de John Ford y otros clásicos, su creación apenas tiene relación con la de aquellos. El concepto de justicia, tan importante en el western, desaparece por completo, dejándonos unos personajes que se mueven muy a gusto en la tenue línea que separa el bien del mal. Puede entenderse así: el que la hace la paga, pero no porque haya hecho el mal, sino porque me lo ha hecho a mí, que soy más listo y más rápido con el revólver”. Para recalcar todo esto, los personajes no visten de colores vistosos, sino en grises, marrones o negro, hay muchos primeros planos y no son agradables, con rostros sucios, marcados o directamente feos y desagradables. Los tiroteos no se ruedan al estilo Hollywood, sino que Leone innova con tomas por encima del hombro de Clint, proporcionado así su visión. Los muertos y heridos se retuercen como anguilas antes de caer, aumentando la violencia, pero también desmitificándola. A todo ello queda añadir un ritmo narrativo pausado, que nos va llevando por donde el director quiere hasta el duelo final en la plaza del pueblo.

PORUNPU4         Por todo esto y más, “Por un puñado de dólares” fue un éxito asombroso que recaudaría mucho dinero en todo el mundo, incluyendo los USA. Todo el mundo incluye Japón, donde Akira Kurosawa vio la cinta con interés. No tardó Leone en recibir una carta del país del sol naciente. En ella el maestro japonés le expresaba su honda admiración, diciendo que la peli le había gustado mucho en todos los sentidos, pero que ese guión era suyo y sus abogados hablarían con los de Leone. El italiano se sintió muy halagado y lejos de preocuparse enseñó la carta a diestro y siniestro. El asunto acabó en los tribunales, con una multa del 15% de la recaudación mundial a pagar a Kurosawa y la cesión de los derechos de emisión para cines en Japón. El director japonés siempre dijo que ganó más dinero con la película de Leone que con la suya. Lo gracioso del asunto que es que hilando fino, “Yojimbo” es un plagio/adpatación de la novela “Cosecha roja”, del maestro Dashiell Hammett.

El éxito llevó a Leone a rodar otra película al año siguiente. Con un presupuesto nada desdeñable de 600.000 dólares, en 1965 Leone hizo “La muerte tenía un precio”. De nuevo es una historia de venganza y dinero, pero los personajes empiezan a ser un poco más complejos. De nuevo en Almería, con partitura de Morricone, repiten Eastwood y Volonté, como pistolero sin nombre y villano respectivamente. Con más dinero, Leone vuelve a pensar en contratar a un yanqui de renombre, pero tampoco da para tanto y se conforma con Lee Van Cleef, un secundario con poco éxito del cual se decía que no había triunfado por sus problemas con el alcohol (algo absurdo porque el alcohol era algo que corría a raudales entre el mundillo hollywoodense). Van Cleef era un tipo muy amable, que además carecía de ego por completo. Por suerte para él el triunfo llegó en Almería.

LAMUERTE1Debió quedar algo de presupuesto, ya que también contrató a Klaus Kinski, en un fugaz papel a su medida como pistolero jorobado. Como hemos dicho los personajes tiene algunas facetas más y eso se nota en que además de los habituales impulsos de venganza y codicia, se añade la amistad. Amistad entre los dos cazarrecompensas, Van Cleef y Easwood, que persiguen por motivos diferentes al malvado Indio (Volonté) y su banda. Otro éxito y otra hermosa recaudación.

Sergio Leone había redefinido un género cuando parecía, y a veces lo hacía, que lo parodiaba. Así se llegó a la tercera parte de la trilogía de dólar. La más ambiciosa de todas. En ella el director volcó no solo la experiencia adquirida en las dos anteriores, sino también la aprendida rodando “peplums”, es decir, grandes escenario y numerosos extras correteando por allí.

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            Sin perder comba, al año siguiente se realizó “El bueno, el feo y el malo” con un presupuesto de 1.200.000 dólares. Para el reparto volvió a contar con Eastwood, que sería el bueno, siempre bajo el prisma de la moral difusa que hemos comentado. Para interpretar al feo, se pensó primero en Gian Maria Volonté, que sin duda lo hubiera bordado, pero como tenía dinero para contratar a un actor americano, se decidió por Eli Wallach, un secundario de lujo, que en sus años jóvenes había trabajado nada menos que con Marilyn Monroe, Clark Gable y Montogomery Clift en “Vidas Rebeldes”. Eli Wallach en el papel de Tuco a la postre sería el verdadero protagonista de la película. Para el malo, Leone no quería a Lee Van Cleef, que acababa de hacer de “bueno” en “La muerte tenía un precio” pensando que no resultaría creíble. Pero se equivocaba, ya que Van Cleef bordó su papel, en la que es la mejor interpretación de su carrera. El resto del equipo también estaba a la altura de las circunstancias; sus viejos amigos Ennio Morricone y Tonino Delli Colli se encargon de la música y la dirección de fotografía, respectivamente. Contaba este último que como a Leone le gustaba rodar con sombras largas, las jornadas de rodaje solían acabar muy tarde, cuando el sol ya estaba cayendo.

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La historia trata sobre la búsqueda de un tesoro, en los años de la Guerra de Secesión, enterrado en un cementerio y cómo los tres personajes, un bandido, un cazarrecompensas y un asesino, se lo disputan. Además de la codicia, hay episodios de venganza, que incluyen torturas con dosis de sadismo, hay también algo de amistad y sobre todo hay más humor que en las anteriores, bien es cierto que se trata de un humor negro y brutal a menudo, pero que caló bien entre los espectadores. Entre los momentos apoteósicos, que hay muchos, tenemos secuencias complicadas con muchos extras en el campo de prisioneros, en la explosión del puente o en el pueblo bombardeado, pero también hay momentos más sencillos muy logrados como el baño interrumpido por el pistolero manco o la persecución de Tuco rastreando hogueras y cigarros.

ELBUENO2          Rodada en su mayor parte en Almería y Burgos, la peli es una superproducción en toda regla, pero mantiene todo el carácter de las primeras e incluso las supera. Cine de autor para todo tipo de espectadores hecho con mucho dinero. Todo en ella es redondo: la fotografía y la luz, las interpretaciones, donde se ve que los actores se dejaron la piel, los decorados, los primeros planos, los enfoques arriesgados… Y la música. Morricone se superó a sí mismo esta vez. El tema principal es uno de los más recordados y conocidos de toda la historia del cine. Una sencillez aplastante a la que se le dan vueltas y más vueltas. Utiliza diferentes sonidos dependiendo del personaje (una flauta para el bueno, una ocarina para el malo y voces para el feo), pero hay más variaciones. Usa también silbidos, disparos y por momentos nos recuerda al aullido de un coyote o el graznido de un buitre. La banda sonora arropa con mimo las secuencias y las engrandece. Por otra parte no se escatimó mi en extras ni en decorados. Para la famosa secuencia del puente, se habló con el ejército español para que les dejaran volar un puente en un campo de maniobras en Burgos. El ejército accedió con la condición de que fueran ellos los que lo volaran. Y lo hicieron, pero se les olvidó el pequeño detalle de avisar a las cámaras. Lo solucionaron construyendo otro puente y esta vez sí. Lo volaron frente a todo el equipo trabajando.

SADHILL2Fueron también dos compañías del ejército las que construyeron el vasto cementerio de Sad Hill en la secuencia final. Es precisamente en Sad Hill donde acaba todo. A través de las dos películas anteriores y dos horas de esta, llegamos a la casi media hora final que es la apoteosis leoniana. Con Tuco llegando al cementerio tras haberlas pasados muy putas y la partitura “el éxtasis del oro”, con el pistolero corriendo en círculos entre las tumbas dominado por el ansia de riqueza, para pasar casi inmediatamente al duelo final a tres bandas, donde los primeros planos marca de la casa y la música nos llevan al clímax perseguido por Leone, en una de las tomas más logradas del cine (un día entero de rodaje solo para el duelo) y lo mejor que el director hizo en su carrera. Cine con mayúsculas, hecho desde las entrañas.

SADHILL1 SADHILL3Y lo mejor es que no hace falta ser un cinéfilo para entenderlo. Exprimiendo con talento los muchos recursos de que dispuso, Leone nos ha llevado de la manita hasta allí. Ha movido todas las fichas a su antojo y ha contado la historia a su manera.

            Aunque esta última fue la que mayor éxito alcanzó, con solo tres películas, rodadas muy seguidas, Leone alcanzó un enorme prestigio, no solo por su innovadora manera de filmar y narrar, sino también por resucitar un género que parecía muerto (se rodarían muchos espagueti western a partir de ahí). Y sobre todo fue una enorme inspiración para muchos directores que vendrían después. Aún a día de hoy sigue siéndolo. Tras esto podía trabajar en los Estados Unidos y hacer películas con más presupuesto y guiones con más fondo. Estaba preparado para lanzarse a la conquista de Hollywood, que como hemos visto no entendería nunca su manera de trabajar. Sin embargo, la cima de su carrera, con una libertad de creación absoluta, será siempre el vibrante duelo a tres bandas en el cementerio.

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SERGIO LEONE -1- LA AVENTURA AMERICANA

Tras el clamoroso éxito mundial de su “Trilogía del dólar”, especialmente “El bueno, el feo y el malo”, las puertas de Hollywood quedaron abiertas para el director italiano, que pensaba rodar una película sobre gánsters judíos en Nueva York. Años antes, le habían ofrecido rodar “El padrino”, pero no se mostró interesado, ya que él prefería hacerlo a su manera, como siempre, y hacer una gran película americana, pero con mafiosos judíos en vez de italianos.

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Pero los productores de Hollywood no pensaban lo mismo y le pusieron una condición antes de meterse en el  proyecto: rodar otra del Oeste, con mucho mayor presupuesto y actores de primerísima fila que fueran un valor seguro en taquilla.

HASTAQUE3Leone accedió y se metió de lleno en lo que él pensaba que sería el colofón de su peculiar visión del western, “Hasta que llegó su hora”, con presupuesto digno de cualquier superproducción yanqui y actores de nivel como Henry Fonda, Claudia Cardinale o Charles Bronson. Añádase a esto un rodaje en los fabulosos escenarios de Monument Valley, donde habían hecho películas titanes como John Ford o John Wayne, y entenderemos muy bien por qué Leone aceptó. En la elaboración del guión intervinieron, entre otros, pesos pesados como Bernardo Bertolucci o Dario Argento. En “Hasta que llegó su hora” se encuentran todos los tópicos del Oeste pasados por el personalísimo filtro de Leone y naturalmente las motivaciones habituales de los personajes de sus anteriores películas; tan solo dos: la codicia y la venganza. Pero en esta nueva película los personajes tienen más calado. No son asesinos o vengadores porque sí. Son personajes más tridimensionales y la historia gana mucho con ello, pero Leone lo consigue usando un ritmo narrativo más pausado que en sus anteriores películas. Además se luce de nuevo con planos arriesgados, imágenes impactantes y contrapicados en el momento justo.

HASTAQUE4Por supuesto hemos de añadir la maravillosa banda sonora de su amigo Ennio Morricone. Con un presupuesto de 5 millones de dólares, el más grande que  había manejado, la peli fue un éxito en Europa, pero en usamérica fue un fracaso, posiblemente porque esperaban más de lo mismo (léase la acción y el humor rudo de sus anteriores filmes). El resultado fue un desengaño que no sentó nada bien al director, que había puesto mucho esfuerzo en lograr un producto más complejo y de más calidad que sus anteriores trabajos.

Mientras tanto había comenzado a producir otra del Oeste, cuya dirección dejaría en manos de un joven director llamado Peter Bogdanovich. En realidad Leone estaba aburrido de hacer westerns porque ya había dicho cuanto tenía que decir y además implicaba entre otras cosas trabajar con caballos y armas de fuego, algo ya tedioso. La producción del nuevo western, que sería “Agáchate, maldito”, estaba encasquillada. Bogdanovich había abandonado el proyecto, al parecer por las continuas intromisiones de Leone, que tenía una idea muy clara de cómo debía hacerse. Pensaron ofrecérselo a Sam Peckimpah, pero sabían que rebelde y testarudo director no aceptaría las “sugerencias” de Leone. Se desbloqueó la situación encargando el trabajo a Giancarlo Santi, habitual ayudante de Leone, que podía hacerlo muy bien y seguro que atendía las indicaciones de su habitual patrón. Pero los protagonistas, James Cobrun y Rod Steiger, se negaron a participar a menos que Leone fuera el director. De este modo se rodó, de nuevo en Almería, “Agáchate, maldito” y de nuevo con música de Ennio Morricone.

MALDITO1Aunque mucho más sencilla que la operística “Hasta que llegó su hora”, la película funciona bien. Mucha gente la considera una cinta sobre la revolución mexicana, pero Leone siempre dijo que trataba sobre la amistad. De nuevo los personajes están muy bien delineados y como superproducción con el sello particular de Sergio Leone funciona muy bien. Pero de nuevo el público y la crítica americanos no entendieron su manera de hacer cine y la peli pasó con más pena que gloria en los Estados Unidos (quizás tenga algo que ver en esto el hecho de que los productores yanquis lo presentaran como un “western cómico”, siendo precisamente todo lo contrario). Grandes directores la admiraron, pero Leone no obtuvo el reconocimiento.

MALDITO2Estos dos fracasos americanos le desmotivaron tanto que estuvo mucho tiempo sin dirigir una película. Hollywood no era capaz de digerir sus trabajos, por lo que se dedicó a producir y de vez en cuando rodar alguna secuencia para quitarse el mono.

Años atrás Leone había quedado cautivado por la novel “The Hoods”, de Harry Grey, y quería hacer una película con ella. Más bien quería hacer “la película”. Había pasado una década desde los desengaños anteriores y las heridas parecían haberse cerrado. Tras dos grandes asaltos, la meca del cine se le había resistido. Sería a la tercera o nunca. Fue un proyecto apoteósico. Doce años atrás “El Padrino” había cosechado un gran éxito y Leone no pensaba quedarse a la zaga. Tenía una buena historia, un gran presupuesto, tiempo y buenos actores como Robert De Niro y James Woods. La venganza y la ambición siguen estando presentes en la historia, pero hay mucho más, amistad, amor, traición y muerte.

AMERICA1Aunque suene paradójico, no es desacertado decir que está rodada con una sobria grandilocuencia. Todo en ella es exquisito, ambientación, decorados, vestuario, interpretación, tempo narrativo o banda sonora. Toda la cinta está narrada con flashbacks muy bien encajados. Conociendo a Leone, no podía ser una película corta, pero resulta que duraba 230 minutos en la versión que se estrenó en Europa (más tarde la versión definitiva llegaría a los 270 minutos). Todo parecía indicar que el gigantesco esfuerzo había merecido la pena. Pero Sergio Leone no contaba con una traición digna del villano de sus mejores películas. Los productores americanos estaban muy preocupados, o asustados, con esta película. Habían metido mucha pasta y naturalmente querían recuperarla. Cuando vieron la versión para estrenar con sus 230 minutos directamente se cagaron encima, pensando que nadie iría al cine a ver ese ladrillo, que además estaba contado a trompicones. De modo que acortaron su metraje hasta los 130 minutos y no satisfechos con eso la montaron en orden cronológico, es decir, todos los flashback juntos al principio, de modo que la trama avanzara de forma lineal. El resultado fue un aborto de cinta que nadie comprendía. Le quitaron toda la gracia, porque si algo hacía muy bien el director era ir guiando al público a través de la cinta para alcanzar y comprender los momentos cumbres de sus películas.

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Este desastre fue un duro golpe. Sergio Leone murió cinco años después, a los 60, de un infarto. Aunque no volvió a dirigir, estaba trabajando en una nueva película, más colosal aun, sobre el sitio de Stalingrafo. Su salud se había deteriorado con la edad y nunca fue un hombre moderado. Le gustaba comer y beber bien, pero seguramente el triple fracaso de su aventura americana también tuvo algo que ver con su muerte.

Fin de la primera parte. Continuará, acabará o empezará en la siguiente.

LEONEFINAL

NO-BIOGRAFÍA: JOHN KENNEDY TOOLE & IGNATIUS J. REILLY

DOS CONTRA TODOS
John Kennedy Toole fue un gigante con pies de barro, atrapado en un pozo de lodo por toda la eternidad, un quijote armado con un alfanje de plástico, vendiendo salchichas por el Barrio Francés de Nueva Orleans bajo su gorra verde de cazador. ¡No! Ese no fue John Kennedy Toole, fue Ignatius Jacques Reilly. Cierto, John K. Toole fue el padre literario del inmenso Ignatius J. Relly, pero disculpadme, el tiempo y la imaginación hacen tenue la línea que separa creador y criatura.

TOOLE3Especialmente tenue es esta línea en el caso de Toole que miró al abismo y vio como todas sus creaciones le llamaban para unirse a ellos en el limbo de las novelas no publicadas. Y se unió a ellas. Fue su madre Thelma quien les rescató a todos al conseguir que la novela viera la luz. Una vez publicada, en 1981, el éxito fue increíble. Al año siguiente le dieron el premio Pulitzer. Esta sociedad es así de hipócrita, ningún editor se prestó a publicar la novela en vida del autor. Los mismos necios que se conjuraron contra él para no publicar la novela, años después le concedieron el Pulitzer.

TOOLE2John Kennedy Tool se suicidó el 26 marzo de 1969. Había hecho un viaje por los USA, pero antes de llegar a su casa en Nueva Orleans, se detuvo en Biloxi, Misisipi, en un campo, y enchufó una manguera al tubo escape de su coche. El otro extremo lo metió en el coche y se sentó dentro a esperar la muerte. Dejó una nota de suicidio cuyo contenido nunca se conocerá porque su madre la destruyó tras leerla. Es inútil elucubrar sobre el contenido de la nota. El hecho es que bien por culpabilidad, bien por honrar la memoria y última voluntad de su hijo, Thelma Toole (foto de la izquierda) se empeñó durante años en que “La conjura de los necios” fuera publicada. Al final dio con el novelista y profesor Walker Percy quien por no aguantar más a la insistente mujer comenzó a leer la novela. Cuando la acabó estaba cautivado por el microcosmos tooliano y la grandeza patética de Ignatius. Y fue él quien llevó por fin a Toole, Reilly y sus compañeros de desventuras al mundo editorial, para que abandonaran el limbo y se hicieran reales en el universo de la literatura.

Fue durante su estancia en el ejército cuando Toole escribió la mayor parte de su novela. Estuvo destinado en Puerto Rico, donde daba clases de inglés a los soldados locales. Dar clases no era ninguna novedad para él. Había obtenido su título de lengua inglesa en la universidad y después obtuvo un máster en la Universidad de Columbia. Y además también había sido profesor sustituto, en Nueva York en concreto. Sin embargo, la mayor novedad de la vida en el ejército era que estaba alejado de su madre. La buena señora le quería mucho, pero también agobiaba. De modo que lejos de su sobreprotectora y asfixiante sombra, el joven Toole urdió la trama y creó los personajes de su única novela. En realidad ya había escrito otra con 16 años, titulada “La biblia de neón”, pero nunca se le había ocurrido publicarla. En contra de sus intenciones fue publicada en 1989. De niño fue buen estudiante y recibió una buena educción, con clases extraescolares de música o teatro. El matrimonio Toole era ya maduro cuando nación Ken, que era como le llamaban. Fue un niño muy querido pero también muy sobreprotegido por su controladora madre.

TOOLE1Licenciado del ejército, volvió al hogar paterno y no tardó en dar clases de nuevo. Mientras, fue acabando la novela y en los ratos libres se iba de juerga por el Barrio Francés de Nueva Orleans, “con músicos y otras gentes de mal vivir”, sospecho que diría su madre. Una vez acabada la novela, había que mandarla a un editor. Toole estaba convencido de la calidad de su trabajo y envió un manuscrito a Simon & Schuster, importantes, cuando no los más, editores americanos.  En un principio la empresa editora recibió la novela con interés, pero en última instancia se la rechazaron. La novela les había gustado, era divertida, pero en el fondo no trataba de nada –eso le dijeron–. Le animaron a re-escribirla.

El rechazo de su obra le sentó muy mal. La bebida siempre había sido uno de sus pasatiempos, pero desde entonces fue un refugio. Se ha hablado de una posible homosexualidad nunca aceptada por Toole, pero esto es algo que nadie ha corroborado nunca. La tristeza por no poder publicar su novela se acercaba peligrosamente a la depresión. A esto hay que añadir crisis de paranoia y manía persecutoria. Bebía demasiado, engordó y en los últimos meses descuidó sus aspecto externo, algo que nunca había hecho. Hasta que en 1969, tras una bronca con su madre, cogió dinero, el coche y se marchó. Se cree que visitó la casa de Flannery O’Connor, la escritora, en Georgia. El final del viaje ya lo sabemos.

Además de su trabajo como profesor, Toole tuvo dos empleos conocidos más: el primero fue en una fábrica textil y el segundo como vendedor ambulante de tamales en el Barrio Francés de Nueva Orleans. Estos trabajos, anteriores a su servicio militar, fueron muy buenos para él porque le permitieron alejarse de las protectores alas maternales. Ser un niño excesivamente protegido, había repercutido en sus amistades infantiles y no podía permitir que pasara lo mismo en su juventud.

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Estatua de Ignatius en Nueva Orleans.

En esto último, tanto los empleos temporales como ciertos momentos de la infancia, se parece bastante a su anti-héroe Ignatius. Como se desprende de la lectura de la novela, conocía bien el inframundo del Barrio Francés, incluso se cuenta que uno de sus amigos, Bobby Byrne, un historiador gordo y bigotudo, pudo servir de inspiración para el físico excelso de Ignatius. Sin embargo, con el tiempo, la novela fue apoderándose de su creador. Si en un principio Toole fue el padre de la criatura y puso mucho de sí mismo en la novela, más adelante la propia novela fue poniendo mucho de sí en Toole. La frustración generada por la imposibilidad de editar el manuscrito le llevó hacia la depresión. Comenzó a descuidar su físico, bebía demasiado, engordó, soltaba discursos delirantes a sus alumnos y se vestía de cualquier manera, acercándose, al menos físicamente, al caótico Ignatius. Los personajes ya no aguantaban más tiempo encerrados en las páginas mecanografiadas y Toole no aguantaba más sin ver su gran trabajo publicado.

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La conjura había triunfado y John Kennedy Toole solo vio una salida. Su suicidio, y quizás su nota de despedida, impulsaron a su madre a conseguir lo que parecía imposible: publicar la novela. Y más imposible aún pero mucho menos importante: que fuera un éxito y galardonada con el Pullitzer. De alguna manera, a través de su muerte, pudo conseguir que sus criaturas alcanzaran vida literaria, logrando un triunfo cuando el fracaso dominaba su vida, igual que Ignatius, necio y genial por partes iguales,  consigue salir quizás no victorioso pero sí invicto, de la casa de la calle Constantinopla, alejándose de los conjurados, de los necios, de la avaricia y la idiotez hacia un destino en el que posiblemente volverá a encontrarse con todo ello. Toole tuvo que quedarse en su coche para que Ignatius pudiera viajar en el de Myrna Minkoff hacia la libertad… o hacia otra conjura.

AÑADIDO

Seríamos unos necios si no os recomendáramos leer “La conjura de los necios”, o releer en caso de que lo hayáis hecho ya. Para los yanquis es un clásico, para nosotros es una novela divertida, que es una de las máximas aspiraciones de cualquier novela, pero además es un manual para la vida actual. El amplio elenco de personajes se divide entre los despreciables y los idiotas, con algunos en ambas categorías. Pero también hay alguno que inclasificable. Aunque por ratos oscilen de una categoría a la otra, son eso y mucho más:

-Ignatius, egoísta y patoso con problemas digestivos, es incapaz de relacionarse con el resto de la humanidad, pero sin embargo abraza causas nobles, a menudo por intereses de lo más mezquino. Derrotado y humillado una vez tras otra, es un quijote gargatuesco que lucha contra la superficialidad de la sociedad.

-Myrna Minkoff, la anti-musa de Ignatius el anti-héroe, convencida de que el cambio a mejor es posible, aunque todavía no lo haya comprobado. Igual que en muchas páginas odiamos a Ignatius, en otras tantas amamos a Myrna, quizás porque no se rinde.

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Dos cosas imprescindibles para Ignatius, refrescos Dr. Nut y cuadernos Gran Jefe.

En general la novela ofrece una visión ácida y despiadada de género humano (esto es algo que posiblemente asustara o enfriara a los editores). Algo como “con semejante cuadrilla de idiotas no hay esperanza para la humanidad”. Pero al final la hay. Pequeña, lejana e incierta, pero sí, la hay.

LOS CÓMICS OLVIDADOS: THE KATZENJAMMER KIDS

O THE CAPTAIN AND THE KIDS O LOS CEBOLLITAS O AVENTURAS DE DOS PILLUELOS

A pesar de ser una de las tiras de cómic de más larga vida editorial, con más de cien años de publicación, The Katzenjammer kids, aquí conocidos como Los cebollitas, no han gozado de la misma popularidad aquí que en yanquilandia y su última publicación en castellano se remonta a hace unos cuarenta años. Fui un lector precoz y una de mis primeras lecturas fueron precisamente Los cebollitas, que venían como complemento en los cómics de Carlitos que publico Buru-lan a principios de los setenta.
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Rodolph Dirks con su padre y su hijo, quien más tarde continuaría su trabajo

No tengo ni la más remota idea de por qué se re-bautizó al a los Katzenjammer (en realidad The captain and the kids) como los Cebollitas (Aventuras de dos pilluelos, en otros países de lengua hispana), como igualmente no tengo ni idea de por qué compartía encuadernación con Carlitos, hoy día más conocido por Charly Brown o Peanuts. Entre ellos solo hay dos puntos en común: que son tiras cómicas y que están protagonizadas por niños. No hay nada más. Yo tendría unos cuatro años cuando comencé a leer aquellos cuentos. Os aseguro que no entendía casi ninguna de las historietas de Carlitos. Los que salían en los dibujos eran niños, pero hablaban como adultos, aunque tardé años en darme cuenta de esto. No importaba demasiado. Cuando acababan las páginas de Carlitos y Snoopy, venía algo infinitamente superior. Niños que se comportaban como niños, y mejor todavía: desafiaban la autoridad de los adultos constantemente, les gastaban bromas pesadas (que a menudo incluían petardos grandes, agua y hasta fieras salvajes), se escapaban de ellos, hacían pira del cole, no tenían miedo y vivían aventuras maravillosas en islas remotas, o se las tenían que ver con piratas y bandidos o viajaban a otras dimensiones y planetas. Me temo que aquellas historietas marcaron mi concepto de lo que un cómic de aventuras, infantil o no,  tiene que ser.

MAXUNDMORITZThe Katzenjammer Kids fueron publicados por primera vez en el suplemento dominical del 12 de diciembre de 1897 del New York Journal, propiedad de William Randolph Hearst. En sus años de juventud, Hearst había viajado por Europa y en Alemania había visto el éxito dos hermanos llamados Max und Moritz. Era  una historieta de una sola ilustración con un par de frases que explicaban cómo se había llegado a la situación mostrada. No era una tira de cómic tal y como se entendería más tarde, pero sí fue un antecedente. De vuelta en los USA, Hearst vio como la competencia ganaba el favor del público con The Yellow Kid, considerado por muchos expertos como el primer cómic de la historia. Recordando a los traviesos Max und Moritz, decidió publicar su propia tira.

Nacido en Alemania en 1877, Rudolph Dirks fue el creador de los Katzenjammer. Con siete años, emigró junto a sus padres a la tierra de las oportunidades, a Chicago en concreto. Antes de los veinte años vendió algunos trabajos primerizos a revistas locales y esto le animó a irse a Nueva York a probar suerte como ilustrador profesional. Hizo bien porque consiguió ganarse la vida, hasta acabar trabajando para el importante New York Journal, del citado Hearst. Hearst había encargado a uno de sus editores, Rudolph Block la tira sobre unos hermanos revoltosos que antes hemos comentado y fue Block quien lo dejó en manos del prometedor ilustrador Dirks. Tras entregar unas cuantas pruebas, Block bautizó a las criaturas con el nombre de Katzenjammer kids (Katzenjammer es un término alemán que hace referencia al jaleo montado por gatos maullando, seguramente en época de celo, pero que también se usa para describir una resaca; en cualquier caso es un maldito dolor de cabeza).

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Las primeras versiones, a finales del XIX

En un principio los hermanos eran tres, aunque pronto pasaron a ser dos, Hans y Fritz, que viven con su madre, a la cual se conoce solo como “Mamá”, y que es la única que no se entera de lo trastos que son. La tira tuvo éxito y el hermano de Rudolph, Gus, le ayudó hasta 1902, año en que se suicidó. Ese mismo año apareció un importante personaje en el cómic, “Der Captain”, un marino gordinflón. Con la llegada de “Der Inspector” en 1905, el elenco principal que duraría décadas estaba completo.

KATZENJAMMER5Pero el éxito no se debía solo a los personajes. Dirks tenía buena mano y era innovador: Usaba siempre una importante novedad como los bocadillos, agilizando la lectura del cómic (además los personajes tenían un marcado y gracioso acento alemán), pintaba rayas para enfatizar el movimiento de los personajes y sus onomatopeyas era tan buenas y divertidas que crearon escuela bien rápido (escuela que todavía dura, como una sierra sobre un tronco con la z de acompañamiento para los que duermen y roncan, estrellas en las zonas doloridas o rayos en las miradas enfurecidas). Como suele pasar con el éxito, los problemas no estaba lejos. Pero el caso es que había más. Por debajo de las más o menos inocentes trastadas se deslizaba una corriente si no transgresora sí claramente poco convencional y a veces crítica con los roles sociales.

katzen3En 1912, tras haber dibujado su tira durante quince años solo interrumpidos por el servicio militar en la guerra contra España en 1898, Dirks quería tomarse un año sabático para viajar por Europa y dedicar más tiempo a la pintura. Cuando sus patrones le negaron el permiso, Dirks abandonó el Journal. Tras ello, los editores encargarían la realización de la tira a diversos dibujantes. Ante ello, Dirks tomó medidas  y el caso acabó en los tribunales. Algo parecido había sucedido con The Yellow Kid y la sentencia del juez fue también parecida. El Journal y Hearst podían seguir publicando las historietas de los Katzenjammer y por su parte Dirks podía seguir dibujándolas, pero sin usar el título original. De modo que desde 1914 hasta entrada la década de los 70 se publicaron dos tiras similares, pero con autores diferentes. En el Journal dejaron los personajes en manos de Harold H. Kerr, que se encargaría de ellos hasta su muerte en 1949. El escaso interés de los autores que continuaron con el título y la decadencia de las tiras dominicales llevó a su cancelación unos años más tarde. Mientras tanto Rudolph Dirks comenzó a publicar sus tiras en el New York World, periódico rival del Journal. Al principio la tituló Hans and Fritz, pero a causa de los sentimientos anti-germanos generados por la Segunda Guerra Mundial, lo cambió por The Captain and the kids. A finales de los cincuenta, Dirks fue delegando en su hijo John, hasta dejar las historietas en sus manos por completo en 1958 (murió diez años después a la edad de 91). John continuó con la tira hasta su cancelación en 1979. Aunque después se publicaron rediciones. Por otra parte, el dibujante Hy Eisman continuó trabajando con los personajes con el nombre original. Sin desmerecer el trabajo de otros autores, los auténticos Katzenjammer son los creados por Rudolph Dirks. Es verdad que las dos tiras eran parecidas, pero era Dirks quien creó los personajes y les dio personalidad.

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Los hechos de que hayan estada más de un siglo publicándose, de que su autor trabajara en ellos durante más de seis décadas, de innovar y sentar las bases de lo que serían los cómics más tarde, son más que suficientes para valorar muy positivamente esta obra. Además de impulsor del estilo cartoon típicamente yanqui, Dirks era un muy buen dibujante, tanto en las partes de acción como en las más costumbristas. También era un guionista más que aceptable. Es cierto que hay algunas partes recurrentes y repetitivas, pero en general es un historieta muy divertida.

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Los hermanos Hans y Fritz son unos trastos que pasan el día escaqueándose de los estudios, jugando, pescando y haciendo bromas a los adultos. A pesar del castigo corporal que inevitablemente reciben, normalmente en forma de azotes en el culo, son incorregibles y tardan poco en volver a desafiar la autoridad del poder, de los adultos en su caso, sin el menor rencor. Los adultos tampoco es que sean un ejemplo de virtud: El Capitán y su compinche el Inspector se pasan el día sin trabajar, jugando a las cartas, bebiendo, fumando cigarros o practicando deportes sedentarios como la pesca o el golf  o mejor todavía, buscando tesoros enterrados. La única que trabaja es la madre, a la que todos llaman Mamá, limpia la casa y es una buena cocinera. A veces le da el pronto y pone a todos los demás a limpiar la casa por ella, aunque nunca aguantan demasiado. Como familia es poco convencional (a principios del siglo XX la familia tradicional era una institución inamovible). El padre de los mellizos no aparece nunca, ni se le nombra ni es echado en falta. El capitán ejerce de pareja de la Mamá y de figura paterna, aunque no sea demasiado ejemplar. Mientras, el Inspector es una especie de abuelo simpático o tío gamberrete. A menudo hay poca diferencia entre las actitudes de los adultos (El capitán y el inspector) y la de los chavales, puesto que ambos se evaden de sus responsabilidades buscando el, descanso o la diversión inmediata. Pero en general nos deja la idea de que una familia unida no tiene por qué ser el clásico formato.

KATZEN2katzen8Los personajes secundarios son solo el rey Bongo y la reina de Squee-jee, la isla donde transcurren las aventuras. Ocasionalmente aparecen personajes nuevos como el pirata John Silver, el inventor calamitoso Phineas Flubb, un vaquero aventurero, Alfa Beta el venusiano, diversos profesores que siempre fracasan en su intento de escolarizar a los chavales, un payaso sin gracia, algún bandido a caballo y timadores de diversa índole. El marco de las aventuras es la isla de Squee-jee, en los Mares del Sur, una isla de fauna prodigiosa donde conviven leones, tigres, elefantes, monos, canguros y lo que haga falta para echar unas risas. A veces los chicos viajan en globo, en avión, en canoa: a una isla poblada por dinosaurios y cavernícolas llena de tesoros y templos abandonados, a otra dimensión…

A pesar de que hoy sería considerada políticamente incorrecta, el humor es muy blanco, apto para todos los públicos. De lo contrario difícilmente habría aguantado tantos años de publicación periódica. Hoy día seguramente no sería una lectura recomendada por los educadores. La falta de respeto, la vida sencilla, los castigos físicos, aunque sean en ficción, le dan un aire de haber envejecido muy mal, pero si los leemos con el espíritu infantil para el que fueron creados, sin más ambición que entretenernos un rato, entonces veremos que la historieta cumple muy bien con su objetivo, que lejos de ser moralizante, era simplemente lúdico. No solo por esto, sino también por ser uno de los creadores del cómic tal y como hoy lo entendemos, Rudolph Dirks y los Katzenjammer merecen ser recordados.

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Pescar siempre es mejor que ir la escuela.

SOBRINUS

LA MUSICA ES UN DIOS

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Sobrinus  surge como formación en 1995 en el barrio madrileño de Móstoles. En la trastienda de una tintorería dan los primeros pasos como trío Sidney Gámez, guitarra y voz, Javier Fernández , bajo eléctrico, y Roberto Lozano “Loza”, baterista.

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Los primeros temas que tocan juntos son versioneando al  trío norteamericano, liderado  por Les Claypool, Primus –power trío de sonido personal y con una presencia importante del bajo en sus temas–. Entre las bandas que han influenciado a Sobrinus destacables es el nombre de King Crimson, pero también Frank Zappa y Police. Pronto empiezan a hacer temas propios y en 1996 graban su primer disco, Sobrinus. Disco notable, más siendo el primero, donde destacan: “Suerte”, “San Francisco” y las desgarradoras “Mamá” y sobre todo “Zumbido”. Van curtiéndose tocando en pequeñas salas y bares sorprendiendo desde el principio con su alto nivel técnico.

Ganan el  prestigioso concurso Imaginarock, lo que impulsa la grabación  en 1998 del segundo disco, Zapin´, con el cual consiguen definitivamente ganarse la admiración de los amantes del rock arriesgado y alternativo, convirtiéndose en un grupo con prestigio y de culto. Destacan: “Sirena de charca”, “Exlatín lover”, “Mona lisa”, “Mátame despacio” y especialmente “Ámame si” y “Ni sé”.

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Aún y todo, tendrán que pasar cinco años para que saquen autofinanciado el tercer y último disco,  13 muecas compiladas, en 2003. En el intervalo entre el segundo y el tercer disco “Loza” abandona el grupo entrando en su puesto David Parrilla.

Con este tercer disco consiguen una plenitud compositiva además de una madurez en su sonido fusión. Trece cortes sin desperdicio donde se mantienen las letras surrealistas e ingeniosas de Sidney junto con  buenos riffs de guitarra más una impecable y contundente base rítmica.

sobrinus_GUANTESEl disco que sirve de colofón a una brillante singladura en la reivindicación de la libre creatividad sin someterse a corsés comerciales y con un afán investigador en sonidos y ritmos apreciable. A finales de 2004, mediante un comunicado, el grupo anuncia su disolución quizás cansados de chocar una y otra vez contra la indiferencia del mercado discográfico mas interesado en crear dóciles “productos” con los que lucrarse.

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NO-BIOGRAFÍA: AMBROSE BIERCE

UN CÍNICO EN EL INFIERNO

El gran autor de infinidad de relatos de fantasmas, apariciones y desapariciones misteriosas fue uno de los pocos a quienes se les permitió escribir su propia muerte, haciendo de ella su póstumo relato, más oscuro, incomprensible y genial que ninguno. En su última carta antes de desparecer escribió: “ser gringo en Mexico. Eso sí que es eutanasia”.

BIERCE0No fue una persona fácil, pero su prosa sí se entiende sin complicaciones. Su gran labor literaria se centró sobre todo en periódicos y revistas, donde publicaba artículos, columnas y relatos cortos. Algunos de estos relatos están ambientados en la Guerra Civil y otros muchos tienen un tinte fantasmagórico, morboso o sencillamente terrorífico, pero todos ellos tienen más o menos carga irónica. Dejémoslo claro desde el principio, a Ambrose Bierce no le gustaban sus congéneres, o más bien la estupidez, hipocresía y estulticia de la que hacían gala sin pudor la mayoría de sus congéneres. De muchos de sus relatos se desprende un irónico y profundo desagrado por la condición humana. Su prosa es concisa, satírica y su humor muy negro. Por su facilidad para la polémica siempre tuvo trabajo en la prensa. No se prodigó escribiendo novelas, pero sí una buena cantidad de relatos cortos, aunque quizás su obra más recordada sea “El diccionario del Diablo” (Devil’s dictionary), que en un principio se tituló “Manual del cínico” (Cynic’s work book), que rezuma ironía y mala ostia de la A hasta la Z. Sin embargo, sus relatos de terror, muchos de ellos escritos en un sobrio estilo periodístico que los hace aun más terroríficos, hicieron de él un autor influyente en posteriores maestros de este género con H. P. Lovecraft. Junto a Mark Twain, Hermann Melville, Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne es considerado uno de los puntales de la incipiente literatura yanqui.

BIERCE1Nacido en 1842, en una familia granjera, sus padres Marcus Aurelius y Laura tuvieron la ocurrencia de bautizar a sus numerosos retoños con nombres que empezaban por la letra A. Debió tener claro desde joven que la vida en la granja no era para él, porque con quince años dejó su Ohio natal y se fue a Indiana, donde trabajo como aprendiz de impresor para un periódico abolicionista. Más tarde fue a vivir con su tío Lucius Verus Bierce, de donde se deduce que al abuelo Bierce le gustaban los nombres romanos. Al contrario que su padre, hombre sombrío que leía la Biblia muy a menudo, el tío Lucius fue una influencia para el joven Ambrose, ya que había abrazado causas como la lucha contra al esclavitud o la liberación de Canadá de la corona británica. Cuando Lucius formó el 9º de Voluntarios de Indiana en 1861 para luchar en la Guerra Civil, Ambrose se alistó sin dudarlo. Las experiencias que iba a vivir en la guerra le marcarían para siempre, a él y a su obra literaria. En la batalla de Siloh, Bierce y su regimiento llegaron al rescate del ejército del general Grant, que había sufrido enormes pérdidas. El verdadero horror vivido muy de cerca en el campo de batalla inspiraría posteriormente algunos de sus mejores relatos. Tomó parte en importantes batallas y en 1862 le nombraron teniente. En la batalla de Murfreesboro salvó la vida de su oficial al mando; cuando el coronel Braden fue herido, Bierce le recogió y puso a salvo. En Chickamuga, observó atónito como los oficiales de su regimiento abandonaban acobardados a sus tropas y huían. Cuentan que aquel día murió el idealista y nació el cínico que sería hasta el fin de sus días. En 1864, en la sangrienta campaña de Atlanta recibió un tiro de mosquete en la cabeza. Aunque salvó la vida y le extrajeron la bala, tendría secuelas le resto de su vida como fatiga, dolores de cabeza o desmayos. A causa de esto no pudo volver a la guerra, pero ocupó un puesto en el Departamento del Tesoro, un foco de corrupción que no hizo sino acrecentar su cinismo.
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Ya licenciado, se asentó en San Francisco, donde decidió probar suerte con el periodismo. Pronto comenzó a escribir una columna en el San Francisco News Letter, donde su inconformismo y sarcasmo empezaron a ser fácilmente reconocibles. En pocos años se hizo un nombre gracias a su ácido sentido del humor y la agudeza de su visión social, no siempre amable. Poco después, se casó con Mollie Day, una muchacha de la alta sociedad de San Francisco. Sus primeros años de matrimonio fueron buenos, teniendo en cuenta que Bierce solía esperar lo peor casi siempre. Poco después se trasladó a Inglaterra, donde permanecería tres años, de 1872 a 1875. Fue un periodo feliz para el ácido Bierce, porque parecía hallarse muy a gusto en la rígida sociedad victoriana, además fueron publicados sus primeros libros, recopilando relatos y material diverso. Allí nacieron sus dos primeros hijos mientras seguía trabajando para la prensa. Pero Mollie no era feliz allí y volvieron a San Francisco para el nacimiento de su hija, donde fue Bierce editor de The Argonaut. Tras un decepcionante trabajo en una empresa minera, volvió al mundo editorial. Aunque cambiara de publicación de forma más o menos asidua, su columna siempre se llamaba “Prattle” (cotorrear). Desde allí lanzaba sus invectivas contra prácticamente todo el mundo. Sus objetivos principales eran sobre todo los grandes magnates del ferrocarril, los reformistas y los políticos liberales. Defendía una “leve” censura a la prensa y una “suave” vigilancia a las reuniones y actividades públicas –esto último para frenar el importante avance que vivía el socialismo por aquellos años–. En general su actitud era muy conservadora, tanto en su vida laboral como en la privada, ya que solía decir que ninguna mujer le había visto desnudo jamás.
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Sin embargo no quiero dar la impresión de que Ambrose Bierce se limitaba a arrojar sus flechas envenenadas desde su púlpito. También abrazaba causas justas. Fue en 1887 cuando su camino se cruzó con el del magnate de la prensa William Randolph Hearst, que le contrató para escribir en el San Francisco Examiner. Fue una relación cuanto menos turbulenta, ya que ambos iban sobrados de carácter, pero que daría sus frutos. Uno de ellos fue la cruzada que Bierce emprendió contra las poderosas compañías de ferrocarril, que tenían el saco lleno de políticos corruptos que llegaban incluso a modificar legislaciones para evitar pagos de deudas contraídas por los ferrocarriles hacia el gobierno federal y allanar el camino para su expansión descaradamente sin ningún respeto por nada. La presión ejercida por la prensa, con Bierce al frente, fue tal que hubo varios juicios con condenas hacia políticos y empresarios del ferrocarril. Combinaba sus trabajos periodísticos con la edición de sus libros. Había alcanzado fama y dinero, pero como él sabía esto no era nada. En 1988 se separó de Mollie porque le encontró unas cartas “inapropiadas” que le había escrito un admirador. Al año siguiente, su hijo mayor Day murió en un duelo a causa de un asunto de faldas. En la década final del siglo XVIII vio publicados dos importantes recopilaciones de relatos como “Cuentos de sodados y civiles” y “Pueden suceder tales cosas”. En estas compilaciones donde brilla en genio del autor, desde inquietante terror o suspense morboso hasta sarcasmo puro, pasando por el absurdo y lo simplemente inexplicable, aunque a menudo lo explicado sea mucho peor. Pero también podemos sacar conclusiones de sus obras: la inamovible necedad del hombre, el castigo a la mezquindad o inevitabilidad de que la guerra acabe bien. En fin, que cada uno saque la suya porque hay para todos.
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Continuó publicando libros y escribiendo, incluso cuando la desgracia volvió a cebarse con él. En 1901 su hijo Leigh murió de una pulmonía directamente relacionada con el alcoholismo. Su mujer Mollie no llegó a ver materializado su divorcio, ya que murió en 1904. A partir de aquí comenzó a ser más huraño. Poco después apareció la primera versión de su celebrado diccionario con el título primerizo (Manual del cínico), para ser rebautizado y publicado de nuevo en 1911 definitivamente como “Diccionario del Diablo”. En los últimos años de su vida se dedicó a la publicación de una selección de su obra literaria en doce volúmenes. Fue entonces, en diciembre de 1913, cuando marchó a México, en plena revolución y desapareció.
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Alarmada, su hija Helen solicitó una investigación al gobierno americano. El resultado fue nada. Había desaparecido sin dejar rastro. Muchas teorías más o menos disparatadas han surgido para explicar su desaparición: fusilado por el ejército federal o por el revolucionario, ejerció de espía para el gobierno o fue capturado y venerado por indios en Centro-América o se fue a Europa a la Primera Guerra Mundial. En México incluso se hablaba de un consejero viejo que se burlaba ácidamente del general Villa en un español macarrónico. El caso es que con más de setenta años, antes de irse a México, Bierce visitó los viejos campos de batalla de su juventud durante al Guerra de Secesión y después se internó en México. Lo demás son conjeturas. Quizás y solo quizás, quiso escribir un último relato, el de su muerte. Y con su particular sentido del humor, el final de aquel relato solo lo conocería él mismo.
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Por si quedan dudas de la genialidad del autor he aquí una pequeña selección de su “Diccionario del Diablo”:

Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan.

Abstemio, s. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.

Amnistía, s. Magnanimidad del Estado para con aquellos delincuentes a los que costaría demasiado castigar.

Cañón, s. Instrumento usado en la rectificación de las fronteras.

Cristiano: El que sigue las enseñanzas de Cristo en la medida que no resulten incompatibles con una vida de pecado.

Egoísta, s. Persona de mal gusto, que se interesa más en sí mismo que en mí.

Excentricidad, s. Método de distinción tan vulgar que los tontos lo usan para acentuar su incapacidad.

Hábeas Corpus, s. Recurso judicial que permite sacar a un hombre de la cárcel cuando lo han encerrado por el delito que no cometió, y no por los que realmente cometió.

Humildad, s. Paciencia inusitada para planear una venganza que valga la pena.

Loco, adj. Dícese de quien está afectado de un alto nivel de independencia intelectual; del que no se conforma a las normas de pensamiento, lenguaje y acción que los conformantes han establecido observándose a sí mismos; del que no está de acuerdo con la mayoría; en suma, de todo lo que es inusitado. Vale la pena señalar que una persona es declarada loca por funcionarios carentes de pruebas de su propia cordura.

LA PATRULLA CONDENADA DE GRANT MORRISON Y RICHARD CASE

SIN MIEDO AL SURREALISMO

Durante casi cinco años, el guionista Grant Morrison y el dibujante Richard Case entregaron mensualmente, bajo el sello de DC Comics, una ración del más extraño grupo de superhéroes que se pueda encontrar. Una mezcla completamente heterogénea de aventuras que combinaban conceptos muy poco habituales en este tipo de cómics como surrealismo, absurdo, alegorías, paradojas, muñecas rusas y hasta “liberación mundial” en lugar de “conquista mundial”.

DOOM1Desde su creación a principio de los sesenta La patrulla condenada (Doom Patrol) era un grupo de segunda fila. El concepto era un puñado de marginados unidos por un líder en silla de ruedas. Lo malo es que Marvel, eterno rival de DC,  ya tenía a los X-Men con más éxito y, desde el principio, La patrulla condenada no solo fue un grupo de superhéroes de segunda fila, sino que muchos la consideraban una pobre copia de los X-Men. Los personajes no eran especialmente carismáticos (un científico tullido, un robot con cerebro humano, una mujer que podía hacerse gigante y un astronauta que compartía cuerpo con un ser de energía negativa) y su galería de enemigos se movían entre lo absurdo y lo patético. Con esto tenemos un cómic que pasó sin pena ni gloria hasta su cancelación. Algo que parecía definitivo ya que los personajes hicieron honor a la cabecera y murieron heroicamente en aquel “último número”. La serie volvería a abrirse unos años después, y como la muerte nunca es definitiva en el cómic americano, los viejos integrantes volverían y con ellos nuevos personajes, pero se cometieron algunos de los viejos errores (protagonistas poco llamativos, villanos ridículos y en general falta de originalidad). De nuevo esta etapa pasó sin pena ni gloria. El cómic no estaba mal, pero era similar a otros muchos que llenaban las estanterías. De nuevo se canceló la serie con una pequeña masacre.

DOOM2Y en esas estábamos cuando alguno de los editores de DC decidió arriesgar un poco. El guionista escocés Grant Morrison, curtido en editoriales británicas, venía de lograr un cierto éxito con otro personaje segundón dentro de DC como Animal Man, donde había hecho cuanto le había dado la gana con resultado muy original y hasta novedoso en el trillado panorama yanqui. La respuesta de la crítica había sido buena. Incluso se había vendido decentemente. De modo que tampoco es que arriesgaran demasiado. Nadie había sabido sacar verdadero partido de La patrulla condenada y esta banda de desheredados podía encajar muy bien con el estilo rompedor de Morrison. En realidad, lo que hizo fue elevar a la enésima potencia un concepto de natural tan absurdo como son los superhéroes. Los justicieros superpoderosos ya son algo increíble, así que por qué no hacer algo que fuera más allá de visto hasta la fecha. Y así fue.

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Crazy Jane, un caso de personalidad múltiple extremo.

Su compañero en la fechoría fue el dibujante Richard Case. En su caso, los directivos de DC arriesgaron más si cabe porque era casi un recién llegado que no había destacado especialmente. Pero le cogió el tono a la serie bien rápido y supo plasmar los delirios de Morrison de forma contundente. Lo hizo de un modo muy efectivo, derrochando detalles cuando el guión lo exigía o con un mínimo de trazos en otras viñetas. Fue el segundo gran acierto. En los pocos números que falló se le echa de menos, excepto en un par de episodios que corren a cargo de los siempre geniales Jamie Hewlett o Kelley Jones. El tercer acierto fue designar portadistas de talla mayúscula para la cole. Simon Bisley y más tarde Brian Bolland en las recopilaciones pondrían muchas guindas en la tarta. La etapa duró 45 números, desde el 19, febrero de 1989, al 63, enero 1993. Desde entonces no ha vuelto a conocer un momento de tal calidad, ni siquera un momento que podría decir interesante.

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La boda de Rhea Jones con Jack el rojo. Demasiados objetos punzantes para un final feliz.

Aunque no es un cómic para todos los gustos ni mucho menos, sí fue el espaldarazo definitivo para sus dos autores. Después Morrison guionizaría vacas sagradas como Superman, Batman o los X Men, aunque seguiría trabajando en proyectos más personales y complicados, por su parte Case seguiría trabajando en la línea Vertigo, que acabaría absorbiendo a la colección, quizás debido a su tratamiento bizarro, combinando con otras vacas sagradas como Spiderman o los 4 Fantásticos.

Tenemos un grupo de segunda fila con el que se puede hacer casi cualquier cosa –siempre que sea extraordinaria– y dos autores que dieron la talla. El resultado fue un cómic que rompió moldes y 20 años después es recordado y releído con agrado. Es cierto que no es una lectura para todos los gustos, ya que abundan las influencias artísticas, filósoficas y hasta físicas (física cuántica, metafísica y relatividad). Pero también hay bizarros homenajes/recreaciones/parodias de algunos de los más recordados momentos del cómic superheroico, como Los Vengadores y La guerra Kree-Skrull o los 4F de Lee y Kirby. La cosa funciona porque Morrison no se pone trascendente ni pesado, excepto en un episodio. Se “limita” a soltar un montón de ideas raras, desarrollarlas correctamente y rematarlas con acierto, a veces hasta de forma brillante. Los personajes van a más. Algún protagonista se hace odioso y algún villano se hace muy simpático.

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Rebis, negativo/a y hermafrodita. Es difícil de explicar.

Desde el principio, Morrison va reclutando un verdadero grupo de super-rarezas como no se había visto nunca. Robotman es el eje de las historias. Es el clásico héroe que lucha contra los enemigos sin hacer demasiadas preguntas, pero su cerebro sufre por estar encerrado en un cuerpo cibernético. “El jefe” es un supercientífico, tan genial como frío y distante, más centrado en sus investigaciones que en dirigir el grupo. El tercer superviviente de la patrulla original, Larry Trainor, será absorbido por el ser de energía negativa que fue la fuente de su poder, quien de paso absorberá a una doctora, más que nada por completarse, teniendo así ambos sexos, creando así a Rebis, el hermafrodita, uno de los miembros más inquietantes de la banda, pero al menos sí se hace preguntas. De los supervivientes de la segunda época del grupo quedan Joshua Clay, Tempest, un médico que decide no usar más sus poderes, pero continúa en la patrulla como refuerzo en su cuartel general. La pelirroja Rhea Jones quedó en coma y su despertar será de todo menos convencional. Dorothy Spinner es una niña muy fea con un extraño poder que es aceptada en la banda y tendrá alguna actuación muy memorable. Por último, dos creaciones totalmente morrisonianas: Danny Lacalle, una calle, con acera, carretera y tiendas, capaz de teleportarse a voluntad, que además es homosexual y Crazy Jane, una mujer traumatizada con desdoblamiento de personalidad extremo (tiene 64 personalidades en su interior, alguna muy chunga, y todas con superpoderes). Su peculiar relación con Robotman, será el otro eje pivotante del desarrollo. En varias aventuras contarán con la ayuda de personajes igual de estrafalarios, como Willoughby Kipling, un templario sarcástico y bebedor (versión personal de John Constantine Hellblazer), Flex Mentallo, el culturista heroico, o el doctor Magnus, genio cibernético.

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                          El señor Jones y los falsos hombres de N.A.D.I.E. Unos villanos muy corrientes.

Pero si bizarros son nuestros héroes, mucho más lo son los villanos. De la galería de malhechores de las etapas anteriores, Morrison solo rescata a dos: Monsieur Mallah y el cerebro, un gorilla parlante y revolucionario y un cerebro dentro de un frasco. En ellos se centra un único episodio, pero muy divertido. Todos los demás son creaciones nuevas totalmente delirantes, complejas, contradictorias, terribles e incomprensibles en muchos casos:

-Los hombres tijera de la ciudad de hueso de Orqwith, donde dos sacerdotes, uno honesto otro mentiroso, esperan responder a la pregunta que deshará el mundo.

-Jack, el coleccionista de mariposas, también asesino, constructor, pretende casarse con Rhea Jones, que está en coma.

-El sr. Nadie y la Hermandad de Dadá, formada por Frenesí, La Niebla, Concurso y Sonámbula. Comienzan como villanos, no para conquistar el mundo, sino para hacerlo menos monótono y más divertido. Con ellos los líos gordos nunca andan lejos, como el cuadro que se comió París o el Quinto jinete. El sr. Nadie formará una segunda encarnación de su alegra banda con El guante del amor, Alias el borrón, Agente “!”, Número nada y El juguete. Esta segunda Hermandad iniciará una alocada carrera a la presidencia de los USA que acabará de forma muy yanqui (en el sentido de acabar con los candidatos antes de que ganen). Las mejores frases de toda la serie son del sr. Nadie: “¿No somos la prueba de que el universo es un idiota babeante sin sentido de la estética? Desde este día celebraremos el absurdo total de la vida, el birlibirloque gigante de la existencia. ¡Desde hoy que reine la sinrazón!”

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El señor Nadie y la hermandad de Dadá.

-El Culto del libro no escrito, que pretende invocar al Deshacedor, para que deshaga el mundo, para ello cuentan con terribles lacayos como “la policía pálida”, “la mortaja con zancos”, “Jack el murmurador”, “los filos llorosos”, “la hermanas de nuestra señora de la navaja” o sus líderes “los arcontes de Nürnheim”.

-Los falsos hombres de N.A.D.I.E y el señor Jones, el hombre más normal de mundo, que lucha contra las rarezas. No tardarán en toparse con La patrulla.

-Los geománticos hussitas de Kaleidoscape en guerra contra la ortodoxia de la Red Insecto. Una guerra más allá de galaxias y dimensiones con anatemáticos, ultraquistas, perros de humo, fantasmas blindados, ejércitos soñados y palabras que matan. Todo bajo la impasible mirada del Juez Roca. Nuestros protagonistas contribuirán al final de guerra más inaudito nunca escrito.

-Los verdaderos hombres de NADIE, sicarios de las salas más oscuras y subterráneas del Pentágono, “el hormiguero”, con un monstruo telefónico que parece muy real hoy día viendo como funcionan las compañías operadores de telefonía móvil.

-El enigmático señor Evans, con un periscopio en la cabeza y que dice ser Satán.

-Celestus el hombre-dios, peculiar homenaje a Kirby.

-El hacedor de velas, un monstruo surgido de las pesadillas de Dorothy y la locura creativa de El Jefe.

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El señor Evans, un satanás en batín. El Hacedor de velas.

Un elenco de villanos capaz de hacer temblar al más recio justiciero enmascarado. De hecho, nadie en La patrulla condenada se oculta tras una máscara. Más allá de esto, muchos de los peligros a los que se enfrentan son originados por ellos mismos. A lo largo de los episodios, los protagonistas se van transformando, van a más, hasta la traca final, donde Morrison es fiel a la tradición y todo acaba con una pequeña masacre. Al final, los supervivientes se reúnen en Danny Lacalle, que también se ha transformado y nos entregan un final en el cual hay esperanza para los monstruos y los marginados. Pero mejor será que el locuaz y certero sr. Nadie ponga punto final a este artículo, porque parecen resumir al dedillo las intenciones de Morrison y Case: “Lo he intentado, pero no quieren extrañeza e imprevisibilidad en sus vidas. Se cansan muy pronto de ella. Aunque nunca se cansan del tedio”.

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JOHNNY THUNDERS

CABALGANDO EL TRUENO

Quizás no sea tan icónico con Sid Vicious y los Pistols, pero Johnny Thunders es uno de los padrinos del punk, un peso tan pesado como Iggy Pop, la Iguana de Detroit. Es comúnmente aceptado que el punk es creación británica, pero antes de la explosión punk del 77 entre los súbditos de su graciosa majestad, en usamérica ya había un importante movimiento de música sucia, saturada, barriobajera e iconoclasta. Reconozcamos, para redondear esto, que los británicos aportaron el componente anarquista y mayor trasgresión. Pero no creo que la movida punky del 77 hubiera sido tal sin la semilla innovadora de los Stooges o Now York Dolls.

Nacido en Florida en 1952, John Anthony Genzale jr se crió en Queens, New York. De ascendencia italiana, Johnny creció jugando al béisbol y escuchando la música que ponían sus hermanas en la radio. Pronto quedó cautivado por el sonido de los Rolling Stones, a los que vio en directo. Aquello sería como una revelación. la música, la actitud, pero sobre el tipo que tocaba la guitarra. Lo siguiente fue que una de sus hermanas le cortara el pelo como aquel guitarrista, Keith Richards. Llegado el momento, Johnny se encontró en una encrucijada. El entrenador le dijo que para seguir en el equipo de béisbol tenía que cortarse el pelo. Como no pensaba hacerlo, dejó el deporte y se zambulló en una nueva faceta: el rokanrool. En 1969 realizó un viaje igualmente revelador al Reino Unido, allí vio a grandes bandas como T-Rex.
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De vuelta a New York el siguiente paso estaba muy claro: montar una banda. Con influencias como los Stones, T-Rex/Marc Bolan y básicos del rokanrrol, Johnny comenzó su andadura. Se puso un nombre artístico, Johnny Volume, y de pasó experimentó sonidos más saturados y distorsionados. Había pasado por un par de grupos antes de unirse a Sylvain Sylvain, Billy Murcia y David Johansen. Más tarde se uniría a ellos Arthur Kane. Formando New York Dolls. El sonido de los Dolls era debido en gran medida al sonido crudo y sucio de la guitarra de Johnny, que no tardó en cambiarse el nombre a Johnny Thunders. La banda no tardó en dar unos cuantos conciertos. Pronto llamaron la atención del público por sus caóticas actuaciones y su sonido. Era 1972 y los New York Dolls significaban una propuesta diferente. Provocación a raudales, música acelerada y sonido sobrecargado, además de una actitud destroy. Sin haber grabado en estudio dieron una pequeña gira por Inglaterra que acabó fatal. El batería Billy Murcia murió de sobredosis en un fiestón.

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The New York Dolls Johnny                                           Sable Star & Iggy Pop

De vuelta a casa, Johnny escribió “Billy boy”, en homenaje a su amigo muerto. Le sustituyó Jerry Nolan, con quien Johnny mantendría una amistad hasta el final de sus días. Cuentan que fue Iggy Pop quien introdujo a Johnny en la heroína. Lo digo porque la heroína marcaría su carrera. Tenían fama de banda difícil precisamente por esto y las discográficas no se los rifaban, pero en 1973 ficharon por Mercury, con quien grabarían dos discos de glam rock con notable éxito y buenas giras, incluso por Europa (se cuenta que fue Johnny quien inició a Sid Vicious en la heroina, la sombra de Iggy es alargada). La disciplina no era precisamente su fuerte y retrasos o cancelaciones de conciertos no eran extraños. Hacia 1975 tomaron a Malcom McLaren como manager. Muy mala decisión. El astuto McLaren manejaba a la banda como un teatro de marionetas. Y esto es algo que Johnny no iba consentir. En 1975 él y Jerry dejaron la banda.
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Con Sid Vicious                                                                    Con Wlly De Ville

Los dos amigos no tardaron en formar una nueva banda, The Heartbreakers, menos glam y más rock, menos maquillajes y más acción. Hertbreakers será una banda breve pero muy intensa. Solo grabaron un LP, “LAMF” (Like a a mother fucker). El principal problema del disco está en su sonido, que es fatal. Y es un problema grave porque las canciones son muy buenas. Johnny Thunders fue sobre todo un compositor muy talentoso capaz de crear estupendas canciones. Diez años más tarde el propio Johnny la remezclaría. Sea comos sea es un disco muy recomendable. A pesar de todo, el desastre de LAMF acabó con los Heartbreakers, que se separaron al poco. De nuevo la guitarra marca el sonido de la banda. Johnny mezcla acordes y riffs heredados de clásicos como Chuck Berry con el sonido distorsionado y bronco que sabía sacar de su ampli. El primer sencillo lanzado, fue un éxito importante. Se trataba de un tema que hablaba sobre la heroína, “Chinese rocks”, compuesta en parte por otro gran aficionado al caballo, Dee Dee Ramone. LAMF es el disco perfecto de punk rock. Temas cortos y contundentes, muy divertidos, bailables y pegadizos. Además empieza con todo un himno como “Born to lose”. Un LP inolvidable.

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Antes de disolverse, los Heartbreakers estuvieron girando con los Pistols por el Reino Unido, pero la gira se canceló debido a la famosa y recordada actuación de televisión de Vicious y compañía. Johnny se sentía muy cómodo en Londres y allí grabó en 1978 su primer álbum en solitatario “So alone”. Buena parte del presupuesto para la grabación se fue en comprar sustancias ilegales, aunque no es precisamente inspiración lo que faltaba por allí con pesos pesados formando la banda como Phil Lynnot –otro gran compositor con problemas de adicción– al bajo, Paul Cook y Steve Jones de los Pistols a la batería y guitarra. Semejante reunión de talentos dio como resultado un disco de punk rock con lo mejor de los Hearbreakers y de Thunders. Para entonces Johnny ya estaba en la lista negra de muchos promotores y directivos de discográficas. Era un yonqui, con talento musical, pero yonqui. Aquello significaba que horarios y fechas eran algo difícil de cumplir, pero decirlo de alguna manera. También era difícil mantener los lazos familiares. Tuvo cuatro hijos a lo largo de su vida con varias mujeres, pero no les veía demasiado. Tanto su vida personal como profesional estaban marcadas por el consumo de heroína. Un camino hacia la destrucción. El disco tuvo buena respuesta, pero no había manera de hacer una gira pro todo lo alto. Aunque había público interesado, y mucho, promotores y grandes salas de conciertos no confiaban en él. Lejos de desanimarse, lo que hacía era girar por salas más pequeñas, lo cual significaba cobrar menos.

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Sin demasiado compromiso, siguió grabando, por citar solo algunos: en 1983 el acústico “Hurt me”, más tarde “Que sera sera” con invitados potentes como Stev Bators o los Damned, o las versiones de “Copy cats”. Los discos eran buenos, aunque nunca de gusto mayoritario, y seguía girando regularmente por Europa, incluida España, y por Japón. Pero él seguía bajo la sombra del caballo blanco. En 1990 más o menos le diagnosticaron leucemia. El tiempo se agotaba. En lugar de tratarla, hizo una gira por Japón y fue a desengancharse a Londres. La enfermedad no le impidió retomar un nuevo proyecto: un disco de Blues. Con su guitarra y las dosis de metadona recetadas se alquiló una habitación en el barrio francés de Nueva Orleans, en un hotelucho, cerca de su viejo amigo Willy De Ville. Murió al poco.

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Fue una muerte extraña. La policía no investigó mucho (un yonqui irredento en una habitación cutre) sumaron dos y dos y lo dejaron. Incluso el informe forense desapareció al tiempo, si alguna vez lo hubo. Se cuenta de todo, que dos yonquis le acompañaron a la habitación y le asesinaron cambiándole la metadona por ácido para robársela, que se tomó todo la metadona… El caso es que encontraron su cadáver varios días después grotescamente doblado en el suelo, como si hubiera tenido una terrible agonía. Willy De Ville fue uno de los primeros en llegar. Más tarde le escribiría una canción: Chemical Warfare.

Como compositor y músico fue único. Uno de los creadores de un sonido punk rock que todavía se sigue practicando; pocos acordes pero bien puestos y tocados con rabia. Su carrera se mantuvo alejada de los grandes éxitos, las mega-giras, o los contratos millonarios. Quizás por ello sea una leyenda maldita. Una vida marcada por las drogas y la música que acabó, de algún modo, en una muerte por drogas en una ciudad tan musical como Nueva Orleans. Pero si su vida la dirigió en buena parte la heroína, tan cierto como esto es que ni modas ni managers ni jefazos de discográficas pudieron manipularle a él. Dejó un importante legado de temas de calidad, que todavía siguen atronando en los altavoces de bares oscuros, llenos de humo y gente que busca “algo más” en la noche, el alcohol y las drogas. Seguro que todos vosotros conocéis a un tipo o tenéis un primo que habló con uno que se encontró a un guiri en los meaderos de un bareto de rokanrrol preguntando por un chute.

–¿Y sabes quién era aquel pavo?
–Pues no, tronco.
–¡Era Johnny Thunders, tío!

(Esta conversación la he tenido yo y me la han contado, así que tiene que ser verdad. ¿O no?)

Si solo puedes escuchar un disco de Johnny Thunders, que sea el de los Heartbreakers. Pero tendrás que oírlos todos porque su música es tan adictiva como “las piedras chinas”.

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